Formas de violencia

El coste de la violencia contra la infancia

Un problema de por vida, un legado intergeneracional 

A pesar de los avances positivos en los últimos años, la necesidad urgente de proteger a la infancia contra la violencia no ha disminuido. Ningún país o región es “inmune” a la violencia contra la infancia. Cada cinco minutos, en algún lugar del planeta, la violencia se cobra la vida de un niño. Cada año, al menos 1.000 millones de niños y niñas, la mitad de la población infantil del mundo, son víctimas de la violencia.

Hemos hecho una promesa mundial a los niños y las niñas de todo el planeta: la violencia a la que se enfrentan desaparecerá antes del año 2030

Esta promesa vinculante es fruto de un proceso iniciado décadas atrás que ha reconfigurado la forma en que vemos a la infancia y, a su vez, la forma en que debemos tratarlos. Este proceso ha cobrado un impulso muy necesario en los últimos años, a medida que los países se esfuerzan por alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Nuestra labor se basa en tres décadas de aplicación de la Convención sobre los Derechos del Niño, y en 10 años de aplicación del Estudio de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños publicado en 2006, promovido por el mandato de la Representante Especial del Secretario General sobre la Violencia contra los Niños. 

En los últimos años, hemos sido testigos de un cambio positivo, en consonancia con los esfuerzos mundiales para garantizar la protección de la niñez contra la violencia.

La violencia que sufren los niños y las niñas es de carácter acumulativo y está interrelacionada, a menudo abarca su vida familiar, escolar, comunitaria y virtual, y rara vez se ven afectados por una sola forma de violencia. Cuando un niño es víctima de un acto de violencia en cualquiera de estos entornos, es probable que le pase lo mismo en alguno o en todos los demás. Hay estudios que demuestran que, cuando los niños se ven expuestos a la violencia a una edad temprana, tienen más probabilidades de ser víctimas de la violencia más adelante, de convertirse en agresores y de utilizar la violencia contra su pareja y sus hijos; además de tener más probabilidades de incurrir en una conducta delictiva. Según van creciendo, el impacto acumulativo de la violencia ensombrece por completo su vida y, a menudo, se transmite a sus propios hijos, un crudo legado que puede persistir durante generaciones.

El resultado final suele ser la perpetuación de un círculo vicioso e intergeneracional de violencia, en el que la violencia engendra más violencia. También se está aprendiendo más sobre los estrechos vínculos que hay entre la violencia contra la infancia, la violencia contra las mujeres y la violencia doméstica, que se refuerzan mutuamente.