Salud mental
El problema
Cada año, más de 1.000 millones de niños y niñas se ven expuestos a alguna forma de violencia, la cual puede tener efectos devastadores en su salud mental.
La exposición a la violencia suele ser algo traumático y puede evocar respuestas tóxicas al estrés, que causan daños fisiológicos y psicológicos inmediatos y a largo plazo. El impacto de la violencia en el desarrollo del cerebro infantil es especialmente preocupante, sobre todo cuando la exposición a la violencia es prolongada, ya que está vinculada con los consiguientes trastornos emocionales y de comportamiento, así como con problemas de salud, educativos y sociales. Entre las consecuencias de la violencia se cuentan la depresión, los trastornos por estrés postraumático, los trastornos límite de la personalidad, la ansiedad, el abuso de sustancias, los trastornos del sueño y la alimentación, y el suicidio.
El impacto de la violencia en la salud mental no es el mismo durante toda la vida, perdura hasta la edad adulta y puede transmitirse de una generación a otra. Las consecuencias para la salud mental de los niños y las niñas pueden variar según la forma de violencia experimentada y el entorno en el que se produzca. Los estudios realizados han destacado no solo la naturaleza interconectada de los diferentes tipos de victimización, sino también la forma en que su impacto acumulativo puede perjudicar gravemente el desarrollo infantil.
Urge adoptar más medidas para prevenir la amenaza que supone la violencia para la salud mental infantil y responder ante ella. Sin embargo, hay pocos servicios adaptados a las necesidades de la infancia, aunque los propios niños y niñas señalan sistemáticamente la salud mental como una preocupación importante. En consecuencia, pocos niños y niñas con problemas de salud mental reciben el apoyo adecuado en el momento oportuno.
Sin embargo, cada vez hay más pruebas de intervenciones eficientes para abordar este problema, que se basan en una mejor comprensión de los factores de riesgo a nivel personal, familiar, comunitario y social. También sabemos más sobre los factores de protección, como el fomento de la resiliencia de los niños y las niñas ante la adversidad.
Urge adoptar más medidas para prevenir la amenaza que supone la violencia para la salud mental infantil y responder ante ella. Sin embargo, hay pocos servicios adaptados a las necesidades de la infancia, aunque los propios niños y niñas señalan sistemáticamente la salud mental como una preocupación importante. En consecuencia, pocos niños y niñas con problemas de salud mental reciben el apoyo adecuado en el momento oportuno.
Sin embargo, cada vez hay más pruebas de intervenciones eficientes para abordar este problema, que se basan en una mejor comprensión de los factores de riesgo a nivel personal, familiar, comunitario y social. También sabemos más sobre los factores de protección, como el fomento de la resiliencia de los niños y las niñas ante la adversidad.
Para construir un entorno protector y propicio, es esencial dar prioridad a la prevención y a la intervención temprana. Los servicios de salud mental deben ampliarse como un componente esencial de la cobertura sanitaria universal. También deben ser un componente central de la respuesta a la COVID-19 y a la reconstrucción después de la pandemia.
Los servicios de calidad deben prestarse en la comunidad, evitando en la medida de lo posible el internamiento y la medicalización excesiva; para ello, es necesaria una inversión mucho mayor, entre otras cosas para garantizar la idoneidad del número y la distribución de profesionales cualificados. También es necesario invertir más para solucionar la falta de datos sobre la salud mental infantil y la poca investigación al respecto. Y, sobre todo, deben establecerse marcos sólidos de supervisión y rendición de cuentas para seguir los progresos.
La Representante Especial está decidida a movilizar y apoyar a los Estados Miembros a adoptar medidas más firmes para poner fin a la violencia contra la infancia y apoyar su salud mental. Con ese fin, dedicó su Informe Anual de 2020 al Consejo de Derechos Humanos a este tema. La Representante Especial también elaboró un informe exhaustivo sobre la salud mental y la violencia contra la infancia, en el que se destacan ejemplos de buenas prácticas e intervenciones factuales. El informe está basado en las aportaciones de expertos, otras entidades de las Naciones Unidas que trabajan en la esfera de la salud mental infantil y de la adolescencia, y en las opiniones de los niños y las niñas.
El trabajo de los niños en materia de salud mental durante la pandemia de COVID-19
Como defensores mundiales de la protección de la infancia contra la violencia, tenemos el deber de trabajar con y para ella. Hoy en día urge adoptar más medidas para prevenir la amenaza que supone la violencia para la salud mental infantil y responder ante ella. La crisis de la COVID-19 dio a los Gobiernos de todo el mundo la oportunidad de reevaluar sus prioridades. Es esencial invertir en los servicios para la infancia y construir un entorno protector y propicio para los niños y con ellos.
El año pasado recopilamos las numerosas medidas dirigidas por niños y realizadas por ellos en todas las regiones. Una de las conclusiones a las que llegamos fue que los niños y las niñas están al tanto de las necesidades de salud mental de sus compañeros y actúan para ayudarse mutuamente. Al fin y al cabo, son los principales expertos en estas cuestiones, y sus preocupaciones, sugerencias y acciones deben tenerse en cuenta en la fase de recuperación de la COVID-19 centrada en reconstruir para mejorar. En este proyecto pedimos a los niños y las niñas que dieran su opinión y contribuyeran a la construcción de un mundo mejor para todos después de la COVID-19, y se comprometieran a ayudar a hacerlo realidad.
Para más información sobre las acciones de los niños en el ámbito de la salud mental haga clic aquí