Niños y niñas con discapacidad

El quince por ciento de la población mundial (al menos mil millones de personas) tiene algún tipo de discapacidad, ya sea presente al nacer o adquirida más adelante en la vida. Casi 240 millones de ellos son niños.

. Muchos de ellos son considerados como una vergüenza para su familia y una maldición y una desgracia para su comunidad. La vida de los niños y las niñas con discapacidad puede estar rodeada de estigmas, discriminación, prejuicios culturales, equívocos y una invisibilidad que resulta chocante. Además, corren un riesgo mucho mayor de sufrir violencia, negligencia, abusos y explotación.

Si bien escasean los datos e investigaciones sobre este particular, los estudios disponibles revelan una alarmante prevalencia de la violencia contra los niños y las niñas con discapacidad: desde una mayor vulnerabilidad a la violencia física y emocional durante sus primeros años de vida hasta un riesgo elevado de convertirse en víctimas de agresiones sexuales al llegar a la pubertad.

De hecho, los niños, las niñas y los adolescentes con discapacidad tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades de sufrir violencia física y sexual y abandono que otros niños, niñas y adolescentes; y corren un riesgo considerablemente mayor de sufrir violencia sexual: hasta el 68 % de las niñas y el 30 % de los niños con discapacidad intelectual o del desarrollo sufrirán abusos sexuales antes de cumplir los 18 años.

La Agenda de Desarrollo Sostenible contempla por primera vez una meta concreta (la meta 16.2) para poner fin a todas las formas de violencia contra la infancia. Los ODS ofrecen una aspiración común y sirven para dar nuevo impulso a las iniciativas internacionales al tiempo que se centran en que ningún niño se quede atrás. Esta es también una obligación que los Estados han asumido al ratificar los tratados internacionales de derechos humanos.

La Convención sobre los Derechos del Niño reconoce el derecho a la protección contra toda forma de violencia de todos los niños y las niñas, incluidos los que tienen alguna discapacidad. Los Estados deben tomar todas las medidas apropiadas para garantizar la protección de los derechos de los niños y las niñas sin distinción alguna.

La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad afirma que todas las personas con discapacidad, incluidos los niños y las niñas, deben disfrutar de todos los derechos humanos y las libertades fundamentales y deben ser protegidos “contra todas las formas de explotación, violencia y abuso, incluidos los aspectos relacionados con el género”. Las niñas con discapacidad, en particular, “suelen estar expuestas a un riesgo mayor, dentro y fuera del hogar, de violencia, lesiones o abuso, abandono o trato negligente, malos tratos o explotación”. 

Los niños con discapacidad, por miedo o por falta de información, pueden sentirse presionados a ocultar su sufrimiento, o quizás teman la estigmatización, el acoso o las represalias, no puedan presentar una denuncia o informar del tipo de violencia que sufren. Puede darse el caso también de que crean que podrían perder el apoyo de sus cuidadores y la atención y el amor de las personas de las que dependen.

Una gran proporción de los casos de violencia denunciados por niños y niñas con discapacidad se pasan por alto ya que sus cuidadores no suelen estar preparados ni formados para considerar las denuncias y gestionarlas con eficacia. Predomina la idea de que los niños y las niñas con discapacidad no pueden relatar sus historias con claridad y se confunden fácilmente.

En muchos países, la legislación no reconoce el testimonio de los niños y las niñas con discapacidad ni los autoriza a firmar documentos jurídicos con su nombre, ni prestar declaración bajo juramento. En estos casos de violencia se guarda un silencio cómplice y hay una impunidad generalizada.

Es urgente adoptar en todos los países una legislación que prohíba todas las formas de violencia contra la infancia y establecer mecanismos eficaces y dotados de recursos suficientes que tengan en cuenta a la infancia y la discapacidad para prevenir y combatir los actos de violencia.

Es fundamental invertir en campañas de concienciación e información, incluida la investigación sobre la discapacidad infantil y sobre las formas y la prevalencia de la violencia que ponen en peligro el disfrute de sus derechos. La mejor manera de conseguirlo es colaborar con los niños y las niñas con discapacidad y su familia, y con las organizaciones que promueven sus derechos.

La Estrategia para la Inclusión de la Discapacidad

La Estrategia para la Inclusión de la Discapacidad sienta las bases del progreso y la transformación en esta materia en todos y cada uno de los pilares de la labor de la Organización: paz y seguridad, derechos humanos y desarrollo.
 
Esta Estrategia facilita al sistema de las Naciones Unidas la aplicación de la Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad y otros instrumentos en materia de derechos humanos, así como la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Agenda para la Humanidad (EN) y el Marco de Sendái para la Reducción del Riesgo de Desastres.

La Estrategia está compuesta tanto por políticas, como por un marco de rendición de cuentas. También se han establecido puntos de referencia para valorar y acelerar el progreso en la inclusión de las personas con discapacidad. También define la visión y declara el compromiso de la Organización en esta materia.

Para alcanzar la inclusión de las personas con discapacidad, la estrategia se basa en tres enfoques globales:

ENFOQUE DE DOBLE VÍA
Por un lado, la integración de las personas con discapacidad es una cuestión de caracter transversal que debe estar presente en todas nuestras acciones. Por otro, la inclusión requiere medidas específicas.

INTERSECCIONALIDAD
Otros factores como el género, la edad, la ubicación, etc, determinan también las vidas de las personas con discapacidad.

COORDINACIÓN
Un enfoque coordinado y coherente es esencial para acelerar el progreso, aprender de experiencias previas y lograr el objetivo de la inclusión.