La prevención de la violencia debe comenzar en la primera infancia
Eliminar la violencia de la vida de los niños e invertir en la primera infancia son, ante todo, cuestiones de derechos de la infancia, que cuentan además con el respaldo de las pruebas científicas que muestran la importancia de una primera infancia sin violencia: los primeros 1.000 días de la vida del niño son la base de todo el desarrollo futuro de la persona. A corto plazo, la violencia en la primera infancia es una experiencia estresante y dolorosa para el niño, con el consiguiente riesgo de consecuencias a medio y largo plazo. Las capacidades físicas, intelectuales y socioemocionales de los niños dependen de que reciban cuidados amorosos y disfruten de un entorno favorable desde el principio.
Las investigaciones científicas muestran que el estrés en la primera infancia —incluida la exposición a la violencia— pone en peligro el desarrollo, la salud y la educación de los niños, con consecuencias mentales y fisiológicas negativas a largo plazo. Los avances de la neurociencia nos han ayudado a comprender mucho mejor el modo en que el desarrollo cerebral temprano del niño puede verse afectado por la exposición a la violencia. La violencia puede alterar la estructura y el funcionamiento del cerebro en desarrollo, lo cual puede afectar la adquisición del lenguaje y la función cognitiva, y dar lugar a deficiencias en la competencia social y emocional, además de generar miedo y ansiedad, depresión y riesgos de autolesión y comportamiento agresivo.
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