Por qué es esencial para el desarrollo sostenible poner fin a la violencia contra la infancia

El mundo se encuentra en un momento crucial para acabar con la violencia contra los niños y las niñas y materializar la noble visión de la Convención sobre los Derechos del Niño. En septiembre de 2015, los Estados Miembros de las Naciones Unidas se reunirán para acordar la nueva agenda de desarrollo sostenible. En el breve lapso que media entre este momento y el final de septiembre, el mundo tiene una oportunidad única para garantizar que la erradicación de esta gravísima violación de los derechos de la infancia (a saber, el fenómeno de la violencia contra ella) siga siendo uno de los ejes principales de esta agenda estratégica mundial.

Como atestiguan numerosas investigaciones, refrendadas por la voz y la experiencia de las propias víctimas, mucho más elocuentes, la violencia contra los niños y las niñas no entiende de fronteras: rebasa los confines del género, la edad, la raza, la cultura, el poder adquisitivo y la geografía. Está presente en el hogar, en las calles, en las escuelas, en Internet, en el lugar de trabajo, en el sistema de justicia y en instituciones a las que se encomienda el cuidado de niños y niñas. Ningún país es inmune a esta lacra. La prevención y la erradicación de la violencia contra los niños y las niñas conciernen a todo el mundo.

La violencia deja una huella profunda y duradera en todo niño o niña que la padece; pero, además, debilita las bases mismas del progreso social y el desarrollo sostenible. Por su causa, se desvían miles de millones de dólares del gasto social, se ralentiza el desarrollo económico y se erosiona el capital humano y social de las naciones.

A veces, la magnitud del problema asusta. Pese a ello y afortunadamente, no se trata de un fenómeno inevitable, sino que es totalmente prevenible. En todo el mundo se están asumiendo compromisos solemnes al más alto nivel para proteger a los niños y a las niñas frente a la violencia. Los Estados están prometiendo cumplir los tratados internacionales, introducir disposiciones jurídicas firmes, fortalecer los sistemas de protección infantil y recabar apoyo mediante campañas públicas y movimientos sociales de gran alcance para superar las normas, actitudes y comportamientos que permiten el fenómeno. Los niños, niñas y jóvenes son aliados fundamentales para la buena marcha de estas iniciativas, a las que pueden respaldar alzando su voz para exigir el cese de la violencia y para dar aliento a quienes la padecen.

Una nueva agenda de desarrollo sostenible basada en los derechos humanos y centrada en las personas debe articular y reforzar el derecho de todos los niños y las niñas a una vida sin violencia. Como Representante Especial del Secretario General sobre la Violencia contra los Niños, he defendido con firmeza que la protección de la infancia frente a esta lacra ha de constituir una prioridad clara e intersectorial en la agenda de las Naciones Unidas para el desarrollo después de 2015.

Este es también el llamamiento de miles de niños y niñas que participaron en las consultas organizadas en todas las regiones, quienes expresaron con absoluta claridad cuál es el futuro que quieren para todos: un mundo sin violencia.

Celebro las metas propuestas por el Grupo de Trabajo Abierto, una de las cuales se cifra en poner fin a todas las formas de violencia contra los niños y las niñas.

Nos encontramos ahora en el punto álgido del proceso intergubernamental en el que se decidirá la nueva agenda de desarrollo. En este contexto, me sumo a todos los asociados para reafirmar con firmeza este mensaje e instar a los miembros del sistema de las Naciones Unidas a que velen por que las metas relativas a la violencia contra los niños y las niñas sigan siendo centrales en el nuevo marco de desarrollo.

Poner fin a la violencia contra los niños y las niñas es, ante todo, un imperativo ético para la realización efectiva de los derechos de la infancia, pero también constituye una inversión inteligente y eficaz en función del costo en el futuro que todos anhelamos. En los próximos decenios, se cosecharán los frutos generados por los efectos multiplicadores e intergeneracionales de lo que se haga hoy para prevenir y combatir la violencia contra la infancia. Las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de poner fin a la violencia contra los niños y las niñas son alcanzables, mensurables y pertinentes para todos los países. Me comprometo a seguir colaborando con todos los Gobiernos y asociados para garantizar la existencia de respuestas institucionales y mecanismos de rendición de cuentas adecuados con los que acelerar los avances en la consecución de esas metas y seguir de cerca los cambios a lo largo del tiempo.

Como subrayó el Secretario General en su Informe de Síntesis, “con este proceso extraordinario y el liderazgo sin precedentes de que ha sido testigo, nos encontramos ante una oportunidad histórica y el deber de actuar con valentía, determinación y rapidez, para lograr una vida digna para todos, que no deje a nadie atrás”.

Desde mi punto de vista, la mejor forma de evitar que los niños y las niñas se queden atrás es ponerlos primero.

Para lograr este objetivo son necesarias la voz y la influencia determinantes de los Estados Miembros de las Naciones Unidas.

Partiendo de un conjunto claro de metas e indicadores para adoptar medidas prácticas y seguir de cerca los avances logrados en la protección de los derechos de la infancia, no solo reduciremos los niveles de violencia que arruinan las vidas de innumerables niños y niñas, sino que también alcanzaremos progresos constantes en la consecución de los demás objetivos de desarrollo.

Todo niño y niña, con independencia del momento y del lugar en que se encuentren, son acreedores de una infancia sin dolor y sin miedo. Ansío ver el día en que el mundo salde finalmente esta deuda con ellos.

Marta Santos Pais
Nueva York, 5 de marzo de 2015